Tenía apenas 12 años, estaba a punto de finalizar el año 1991. Todo era alegría en mi casa, disfrutaba con mis padres y vecinos los momentos previos a la llegada del nuevo año. Un sorbo de licor estaba a punto de cambiar mi vida”.
Así comenzó la historia de *Leynis, quien inició el año 1992 con otra mentalidad, pues la orden de sus padres de ir a la tienda a comprar una botella de ron lo motivó a ingerir el primer trago. Quería conocer el mundo cuando se está borracho.
Por eso, con total atrevimiento destapó la botella y de inmediato se la llevó a la boca e ingirió una buena dosis.
“Llegue a mi casa y mentí, dije que al abrir la botella se me había derramado. A los pocos minutos comencé a sentir los efectos de ese primer trago, me retiré de la reunión familiar y me uní a unos amiguitos, con quienes celebré la osadía de tomarme mi primer trago de ron. La cabeza me daba vueltas, esa fue mi primera borrachera”.
Leynis es el segundo entre sus cinco hermanos. Sus padres y en realidad toda la familia guarda principios morales muy sanos. Su padre un gran comerciante y su madre una ama de casa, jamás pensaron que su querido hijo tocara el fondo del abismo por culpa de las drogas y el alcohol.
Pese a los buenos consejos, él siempre quiso estar rodeado con los más desordenados de su colegio y con personas con rasgos antisociales.
Ya para entonces Leynis bebía exageradamente y por ello no era aceptado en el círculo de amigos sanos.
“El tiempo fue desnudando mi personalidad inquieta, algunas veces agresivas y otras excesivamente amorosa. Empece a vivir en un vaivén de emociones que poco a poco y a medida que la ingesta de alcohol iba aumentando, se iban saliendo de todo control por parte mía”, comenta.
LOS 18 AÑOS
Ya a los 18 años, a Leynis le era difícil celebrar acontecimientos, triste o alegres, sin la compañía del alcohol y por ello buscaba pretextos para tomar y cualquier excusa era suficiente para evadir cualquier responsabilidad que se lo impidiera hacer.
Precisamente al cumplir sus 18 años sale al mercado la canción que se convertiría en el himno de Leynis, la cual lo impulsaba a tomar más licor. Ron pa’ todo el mundo.
“Esa canción la pedía en cualquier lugar, elegante o cuchitril, pues a esa edad ya no respetaba ni sitio, ni horario, ni espacio para tomar. Por su puesto deje de asistir a las reuniones familiares, pues no me brindaban nada atractivo y era muy aburrido escuchar a mis padres hablar de los éxitos de mis otros hermanos, quienes una vez terminaban el bachillerato ingresaban a la universidad, lo que me hacía sentir muy mal, pues sabía que la carrera que yo había iniciado era la del alcoholismo. Las puertas se me comenzaron a cerrar, no valían consejos, ni los llantos de mi madre, no valían reprimendas de ningún tipo. Mi objetivo era emborracharme”.
EL SEGUNDO PASO
El siguiente paso de Leynis, las drogas, le aseguraría los años más desgraciados de su vida. Ya tenía 22 años y conoció la marihuana y el perico. Ya se le había perdido todo sueño del pasado y del futuro, a cambio existía en él una inclemente obsesión por tomar y consumir drogas.
“La personalidad de un alcohólico como yo varía en instantes y aunque en algunos intervalos de tiempo podía darme cuenta del daño que me causaba y del daño que le causaba a los demás, no tenía la suficiente voluntad, ni un firme deseo de dejar mi adicción. Entonces ya me emborrachaba para olvidar que era un borracho”. Afirma con nostalgia Leynis.
Pese a su comportamiento, la madre del protagonista de esta historia busca ayuda y alivio en grupos de oración, mientras que su padre comentaba a sus familiares que prefería verlo muerto ante que recogiendo cartones y botellas en una calle. El drama de Leynis había tocado fondo
“Mis hermanos, que ya no eran cuatro sino tres, pues había uno que por vergüenza negaba serlo, buscaban por todos los medios comunicarse conmigo en los pocos ratos que pasaba en la casa. Todo intento de ayuda era en vano, mi mente se había retorcido de tal manera que mi comportamiento era el de un ser totalmente antisocial, mentiroso, tramposo, egoísta, agresivo, lujurioso y muchas cosas más que me convirtieron en el pecador más detestable y asqueroso de este mundo”, dice.
Leynis dice, que sentía admiración por aquellas personas que consumían dos o tres cervezas y se retiraban a sus casas, lo que le causaba indignación por no poder hacerlo.
“Yo no era capaz de hacer eso, cuando empezaba no había poder humano que me hiciera detener. Una vez abierta la botella mi mente se convertía en un carrusel de locuras que eran alimentadas por un consumo insaciable que terminaba siempre en un desmoralizador y tenaz guayabo.
DE TOLÚ A ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS
Tolú es el más conocido de los balnearios del departamento de Sucre y quizás de la Costa Norte de Colombia, ese lugar se convirtió en la fuga geográfica más cercana para Leynis.
Allí formó relaciones con una sociedad estrictamente alcohólica.
“Yo creo que mi aspecto físico de esos días era el de un náufrago, cabello largo, ojos saltones, pantalón corto, camisetas rotas, sandalias en mal estado, cadavérico y quemado”.
Los días pasaban lentamente en Tolú, entre bullicio y parrandas continuas, Leynis seguía su vida, no le importaba nada, el licor y las drogas eran todo para él.
“En una de mis venidas a Sincelejo el bus nos dejó cerca de la Casa Cural, mis amigos me esperaban para decirme que me tenía que meter a Alcohólicos Anónimos y por su puesto yo les conteste que allí iban a meter a sus madres”.
En ese tiempo, precisamente en uno de los salones de la Casa Cural funcionaba una sede de Alcohólicos Anónimos, pero Leynis desconocía que él lo era, que el alcoholismo es una enfermedad y por su mente jamás se le pasó pedir ayuda, pues tenía el agravante que decía que podía controlar el trago, cuando en realidad todo era diferente, ya el alcohol y otras cosas negativa dominaban totalmente su vida, sus acciones físicas y hasta su mente.
“Algún día alguien me dijo que podía tener solución el problema de mi alcoholismo, le preste atención y decidí buscar ayuda. Fui donde curiosos o curanderos que me suministraron brebajes de toda índole, obviamente, sin ningún resultado. Estuve en dos o tres religiones diferentes, en algunas me sacaron el espíritu de la borrachera y no sé cuantas locuras más, lo cierto es que no sé en que momento se volvieron a meter y a pesar de la ayuda psicológica, psiquiátrica y médica, los resultados eran pocos, en algunos casos nulos y no entendía que la decisión final para parar de beber la debía tomar yo, pues como no creía en Dios, no confiaba en nadie superior a mí, o quizás a pesar de todas las adversidades, yo me creía un Dios”, sostiene con vehemencia Leynis.
EL AVISO
Fue un aviso de un hotelucho del centro de Sincelejo, en donde pasaba sus momentos lujuriosos, el que le informó que su problema tenía solución. En la pared de ese cuarto estaba un letrero con el emblema de la comunidad de Alcohólicos Anónimos y un grupo llamado Al-anón.
“A los tres meses llamé y me atendió un hombre que me dijo que tuvo los mismos problemas que yo y que con la asistencia a varias reuniones se le había solucionado varios de sus problemas. Yo realmente no tenía nada que perder, ya todo lo había perdido y lo que fuera a suceder, no podría ser peor de lo que tenía, así que una noche me aliste y fui a mi primera reunión. Me recibieron dos personas con sonrisas tan cariñosas como de quienes esperan a un familiar y escuche de sus palabras mucha comprensión, que hacía tiempo, pero mucho tiempo no recibía de nadie, tal vez por mi estado mental y físico”.
Desde entonces Leynis asiste a la comunidad de Alcohólicos Anónimos, donde comparte fortalezas y esperanzas, en donde verdaderos amigos le han enseñado a sobrellevar sus dificultades y a superar muchos de sus problemas.
“Ahora tengo una mente lúcida, he recuperado parte de mi familia, tengo un buen trabajo, mi autoestima me ha hecho recuperar un físico más agradable y gracias a Dios, a quien encontré en esta comunidad, soy un ser humano feliz, útil a la sociedad. Tal vez Dios me acompañó en todos los peligros que pude superar, tal vez ahora comprendo que me tenía reservado un lugar en la comunidad de Alcohólicos Anónimos y por eso ahora sin vergüenza alguna puedo contarle a cualquier persona que este sufriendo el alcoholismo en sus distintas facetas, que hay un lugar donde se puede recuperar. Gracias a Dios ahora mis rumbas son sanas, comidas y bebidas no alcohólicas, mucha naturaleza y mucha paz”.
Ahora la vida es totalmente diferente para Leynis, sus consumos en estos momentos son de amor. Él suministra dosis de alegría y dulzura. Él todos los días demuestra que tiene talento, que es capaz de embellecer a todo al que a él acude, que no guarda resentimientos de nadie y de nada. Que es un hombre reconocido por su espíritu altruista, que las puertas de su corazón está abierta, sonriendo como las figuras de mujeres que reciben a sus clientes.
*El nombre fue cambiado por solicitud expresa del protagonista.
Cómo saber si se es alcohólico
Responda sí o no a las siguientes 12 preguntas.
1. Ha tratado alguna vez de no beber por una semana o más, sin haber logrado cumplir el plazo.
2. Le molestan los consejos de otras personas que han tratado de convencerle que deje de beber.
3. Ha tratado alguna vez de controlarse, cambiando de una clase de bebida a otra.
4. Ha bebido alguna vez por la mañana durante el último año.
5. Envidia usted a las personas que piden beber sin que esto les ocasiones dificultades.
6. Ha empeorado progresivamente su problema con la bebida durante el último año.
7. Ha ocasionado su modalidad de beber problemas en el hogar.
8. En reuniones sociales en donde la bebida es controlada, trata usted de conseguir tragos extras.
9. A pesar de ser evidente que no puede controlarse, ha continuado usted afirmando que puede dejar de beber por si solo cuando quiera hacerlo.
10. Ha faltado a su trabajo durante el último año a causa de la bebida.
11. Ha tenido alguna vez lagunas mentales a causa de la bebida.
12. Ha pensado alguna vez que podría tener más éxito en la vida si no bebiera.
Cualquier persona que conteste sí a cuatro o más de estas 12 preguntas, tiene tendencias alcohólicas definidas.
Así comenzó la historia de *Leynis, quien inició el año 1992 con otra mentalidad, pues la orden de sus padres de ir a la tienda a comprar una botella de ron lo motivó a ingerir el primer trago. Quería conocer el mundo cuando se está borracho.
Por eso, con total atrevimiento destapó la botella y de inmediato se la llevó a la boca e ingirió una buena dosis.
“Llegue a mi casa y mentí, dije que al abrir la botella se me había derramado. A los pocos minutos comencé a sentir los efectos de ese primer trago, me retiré de la reunión familiar y me uní a unos amiguitos, con quienes celebré la osadía de tomarme mi primer trago de ron. La cabeza me daba vueltas, esa fue mi primera borrachera”.
Leynis es el segundo entre sus cinco hermanos. Sus padres y en realidad toda la familia guarda principios morales muy sanos. Su padre un gran comerciante y su madre una ama de casa, jamás pensaron que su querido hijo tocara el fondo del abismo por culpa de las drogas y el alcohol.
Pese a los buenos consejos, él siempre quiso estar rodeado con los más desordenados de su colegio y con personas con rasgos antisociales.
Ya para entonces Leynis bebía exageradamente y por ello no era aceptado en el círculo de amigos sanos.
“El tiempo fue desnudando mi personalidad inquieta, algunas veces agresivas y otras excesivamente amorosa. Empece a vivir en un vaivén de emociones que poco a poco y a medida que la ingesta de alcohol iba aumentando, se iban saliendo de todo control por parte mía”, comenta.
LOS 18 AÑOS
Ya a los 18 años, a Leynis le era difícil celebrar acontecimientos, triste o alegres, sin la compañía del alcohol y por ello buscaba pretextos para tomar y cualquier excusa era suficiente para evadir cualquier responsabilidad que se lo impidiera hacer.
Precisamente al cumplir sus 18 años sale al mercado la canción que se convertiría en el himno de Leynis, la cual lo impulsaba a tomar más licor. Ron pa’ todo el mundo.
“Esa canción la pedía en cualquier lugar, elegante o cuchitril, pues a esa edad ya no respetaba ni sitio, ni horario, ni espacio para tomar. Por su puesto deje de asistir a las reuniones familiares, pues no me brindaban nada atractivo y era muy aburrido escuchar a mis padres hablar de los éxitos de mis otros hermanos, quienes una vez terminaban el bachillerato ingresaban a la universidad, lo que me hacía sentir muy mal, pues sabía que la carrera que yo había iniciado era la del alcoholismo. Las puertas se me comenzaron a cerrar, no valían consejos, ni los llantos de mi madre, no valían reprimendas de ningún tipo. Mi objetivo era emborracharme”.
EL SEGUNDO PASO
El siguiente paso de Leynis, las drogas, le aseguraría los años más desgraciados de su vida. Ya tenía 22 años y conoció la marihuana y el perico. Ya se le había perdido todo sueño del pasado y del futuro, a cambio existía en él una inclemente obsesión por tomar y consumir drogas.
“La personalidad de un alcohólico como yo varía en instantes y aunque en algunos intervalos de tiempo podía darme cuenta del daño que me causaba y del daño que le causaba a los demás, no tenía la suficiente voluntad, ni un firme deseo de dejar mi adicción. Entonces ya me emborrachaba para olvidar que era un borracho”. Afirma con nostalgia Leynis.
Pese a su comportamiento, la madre del protagonista de esta historia busca ayuda y alivio en grupos de oración, mientras que su padre comentaba a sus familiares que prefería verlo muerto ante que recogiendo cartones y botellas en una calle. El drama de Leynis había tocado fondo
“Mis hermanos, que ya no eran cuatro sino tres, pues había uno que por vergüenza negaba serlo, buscaban por todos los medios comunicarse conmigo en los pocos ratos que pasaba en la casa. Todo intento de ayuda era en vano, mi mente se había retorcido de tal manera que mi comportamiento era el de un ser totalmente antisocial, mentiroso, tramposo, egoísta, agresivo, lujurioso y muchas cosas más que me convirtieron en el pecador más detestable y asqueroso de este mundo”, dice.
Leynis dice, que sentía admiración por aquellas personas que consumían dos o tres cervezas y se retiraban a sus casas, lo que le causaba indignación por no poder hacerlo.
“Yo no era capaz de hacer eso, cuando empezaba no había poder humano que me hiciera detener. Una vez abierta la botella mi mente se convertía en un carrusel de locuras que eran alimentadas por un consumo insaciable que terminaba siempre en un desmoralizador y tenaz guayabo.
DE TOLÚ A ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS
Tolú es el más conocido de los balnearios del departamento de Sucre y quizás de la Costa Norte de Colombia, ese lugar se convirtió en la fuga geográfica más cercana para Leynis.
Allí formó relaciones con una sociedad estrictamente alcohólica.
“Yo creo que mi aspecto físico de esos días era el de un náufrago, cabello largo, ojos saltones, pantalón corto, camisetas rotas, sandalias en mal estado, cadavérico y quemado”.
Los días pasaban lentamente en Tolú, entre bullicio y parrandas continuas, Leynis seguía su vida, no le importaba nada, el licor y las drogas eran todo para él.
“En una de mis venidas a Sincelejo el bus nos dejó cerca de la Casa Cural, mis amigos me esperaban para decirme que me tenía que meter a Alcohólicos Anónimos y por su puesto yo les conteste que allí iban a meter a sus madres”.
En ese tiempo, precisamente en uno de los salones de la Casa Cural funcionaba una sede de Alcohólicos Anónimos, pero Leynis desconocía que él lo era, que el alcoholismo es una enfermedad y por su mente jamás se le pasó pedir ayuda, pues tenía el agravante que decía que podía controlar el trago, cuando en realidad todo era diferente, ya el alcohol y otras cosas negativa dominaban totalmente su vida, sus acciones físicas y hasta su mente.
“Algún día alguien me dijo que podía tener solución el problema de mi alcoholismo, le preste atención y decidí buscar ayuda. Fui donde curiosos o curanderos que me suministraron brebajes de toda índole, obviamente, sin ningún resultado. Estuve en dos o tres religiones diferentes, en algunas me sacaron el espíritu de la borrachera y no sé cuantas locuras más, lo cierto es que no sé en que momento se volvieron a meter y a pesar de la ayuda psicológica, psiquiátrica y médica, los resultados eran pocos, en algunos casos nulos y no entendía que la decisión final para parar de beber la debía tomar yo, pues como no creía en Dios, no confiaba en nadie superior a mí, o quizás a pesar de todas las adversidades, yo me creía un Dios”, sostiene con vehemencia Leynis.
EL AVISO
Fue un aviso de un hotelucho del centro de Sincelejo, en donde pasaba sus momentos lujuriosos, el que le informó que su problema tenía solución. En la pared de ese cuarto estaba un letrero con el emblema de la comunidad de Alcohólicos Anónimos y un grupo llamado Al-anón.
“A los tres meses llamé y me atendió un hombre que me dijo que tuvo los mismos problemas que yo y que con la asistencia a varias reuniones se le había solucionado varios de sus problemas. Yo realmente no tenía nada que perder, ya todo lo había perdido y lo que fuera a suceder, no podría ser peor de lo que tenía, así que una noche me aliste y fui a mi primera reunión. Me recibieron dos personas con sonrisas tan cariñosas como de quienes esperan a un familiar y escuche de sus palabras mucha comprensión, que hacía tiempo, pero mucho tiempo no recibía de nadie, tal vez por mi estado mental y físico”.
Desde entonces Leynis asiste a la comunidad de Alcohólicos Anónimos, donde comparte fortalezas y esperanzas, en donde verdaderos amigos le han enseñado a sobrellevar sus dificultades y a superar muchos de sus problemas.
“Ahora tengo una mente lúcida, he recuperado parte de mi familia, tengo un buen trabajo, mi autoestima me ha hecho recuperar un físico más agradable y gracias a Dios, a quien encontré en esta comunidad, soy un ser humano feliz, útil a la sociedad. Tal vez Dios me acompañó en todos los peligros que pude superar, tal vez ahora comprendo que me tenía reservado un lugar en la comunidad de Alcohólicos Anónimos y por eso ahora sin vergüenza alguna puedo contarle a cualquier persona que este sufriendo el alcoholismo en sus distintas facetas, que hay un lugar donde se puede recuperar. Gracias a Dios ahora mis rumbas son sanas, comidas y bebidas no alcohólicas, mucha naturaleza y mucha paz”.
Ahora la vida es totalmente diferente para Leynis, sus consumos en estos momentos son de amor. Él suministra dosis de alegría y dulzura. Él todos los días demuestra que tiene talento, que es capaz de embellecer a todo al que a él acude, que no guarda resentimientos de nadie y de nada. Que es un hombre reconocido por su espíritu altruista, que las puertas de su corazón está abierta, sonriendo como las figuras de mujeres que reciben a sus clientes.
*El nombre fue cambiado por solicitud expresa del protagonista.
Cómo saber si se es alcohólico
Responda sí o no a las siguientes 12 preguntas.
1. Ha tratado alguna vez de no beber por una semana o más, sin haber logrado cumplir el plazo.
2. Le molestan los consejos de otras personas que han tratado de convencerle que deje de beber.
3. Ha tratado alguna vez de controlarse, cambiando de una clase de bebida a otra.
4. Ha bebido alguna vez por la mañana durante el último año.
5. Envidia usted a las personas que piden beber sin que esto les ocasiones dificultades.
6. Ha empeorado progresivamente su problema con la bebida durante el último año.
7. Ha ocasionado su modalidad de beber problemas en el hogar.
8. En reuniones sociales en donde la bebida es controlada, trata usted de conseguir tragos extras.
9. A pesar de ser evidente que no puede controlarse, ha continuado usted afirmando que puede dejar de beber por si solo cuando quiera hacerlo.
10. Ha faltado a su trabajo durante el último año a causa de la bebida.
11. Ha tenido alguna vez lagunas mentales a causa de la bebida.
12. Ha pensado alguna vez que podría tener más éxito en la vida si no bebiera.
Cualquier persona que conteste sí a cuatro o más de estas 12 preguntas, tiene tendencias alcohólicas definidas.